En los años dorados de Hollywood, los grandes estudios norteamericanos se encargaban de dominar cada detalle de la distribución de sus películas, pero al llegar a Polonia, con una industria cinematográfica controlada por el estado, los artistas polacos tenían que interpretar sus propias versiones de los carteles de cine dando así una identidad propia que pasó de ser una rareza a convertirse en todo un icono del régimen comunista.
Pronto se creó una industria satélite de la cinematográfica, y la Escuela Polaca del Cartel comenzaba su edad de oro, paradójicamente, teniendo que lidiar con la censura en un régimen que daba libertad artística. El lenguaje gráfico propio polaco dio un paso más hacia el surrealismo a partir de los carteles de cine, surrealismo mezclado con el background minimalista que ya tenían, y de este modo la propia censura, en lugar de un impedimento se convirtió en acicate, y por eso el ingenio es pieza clave, junto a la ilustración y a la tipografía, de la reinterpretación de Hollywood de la escuela polaca.
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